La suerte estaba
echada, las cartas sobre la mesa, el jurado leía la condena con dedos
señaladores. Culpable, su única palabra. Su culpa, su pecado, ser joven.
¿Defenderse o simplemente ser mujer? Ella miraba con una mueca en sus labios
(¿acaso sonrisa?) y simplemente dijo: él no volverá a tocarme a mí ni a ninguna
otra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario